Leyendo a Newman

¡Hola a todos! Mi nombre es Sebastián Valencia y soy del grado 11°1. Es esta ocasión me gustaría hablarles del cuento Un cigarrillo del escritor Andrés Newman.

 

Debo admitir que cuando comencé a leer este cuento me sentí bastante confundido y no sabía muy bien si tenía ganas de continuar con la lectura de este en ese preciso instante. Eran las 12 del mediodía, tenía hambre, sueño y estaba agotado de escuchar ruidos por todas partes y llevar a cabo actividades que no me gustan.

Pero por insistencia mía, decidí coger el libro y por azar, abrí la página que daba rienda suelta a este maravilloso relato. Digo maravilloso porque pese a tener tan solo 8 páginas me logró hacer sentir y pensar en una gran cantidad de cosas más allá de las palabras que estaban allí plasmadas. Esa es la magia de la literatura, la magia de tejer caminos sin haber traído las agujas y la medida exacta del hilo conductor. Tú te embarcas y no sabes a dónde llegarás.

La primera página pude irme, la segunda lo pensé, pero en la tercera supe que me iría solo al acabar de leerlo. Pude imaginarme aquel escenario narrado en mi mente como una película, en parte porque me encanta crear y analizar audiovisuales, pero también porque las palabras me crearon una rica atmósfera que me hizo sentir, específicamente, en una película de Quentin Tarantino.

Nunca ha visto una película de Quentin Tarantino porque me haya levantado ese día con ganas de vérmela, sino porque otra persona a mí alrededor la comienza a ver y me enlaza a mí a esa historia. Por ejemplo, una noche me vi la icónica Kill Bill, una creación y un homenaje maravilloso, que conjuga la culturas estadounidense, europea y asiática con un uso maravilloso de los efectos especiales, para la fecha en que salió; el año 2003.

Esta película logró marcar un antes y un después en el cine y es un clásico que se ve constantemente referenciado en producciones audiovisuales o escritas.

Esta historia no se siente muy real, no se siente tan lógica o tan conectada, no se siente tan común, pero esto es lo que lo hace mucho más mística y trascendental, que te hace pasar de pantalla por un tiempo y que, como a mí, me ha hecho volver a ella mientras leía Un cigarrillo, de Andrés Neuman.

 

Las fotografías que se hicieron en mi mente mientras leía aquel cuento se parecieron mucho a las más reales que propuso Robert Richardson en Kill Bill. En el momento en el que cosas como estas te ocurren te das cuenta de por qué Kill Bill es un clásico del cine y de por qué Un cigarrillo se me hizo tan genial y tan cruel. Todo encaja.

Aun así, hay varios aspectos que me hicieron saber que en aquel cuento también se tuvo en cuenta la realidad latinoamericana. La forma de la violencia, la predisposición de las personas, las formas de amistad, entre otras cosas, te hacen darte cuenta de que no es solo una inspiración de algo ya hecho sino que es una obra novedosa que busca plasmar una realidad.

Y claro, era algo de esperarse, seguro Newman también vivió episodios de violencia en América Latina o por lo menos, supo con qué nos hemos encontrado en los últimos años y el cinismo con el que han respondido aquellos que tienen el poder.